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Se les ha ido de las manos
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“Desde
que en 1979 China implantó su política demográfica del hijo único, algunos
analistas auguraban el advenimiento de una generación de niños regordetes y
mimados, que no habrían tenido oportunidad de aprender a compartir. A estos
hijos únicos se les empezó a llamar “pequeños emperadores”, pues se pensaba
que sus padres no iban a privarles de nada”, explica Bennet. Pero hoy más
bien parece que estos hijos únicos (unos 100 millones) no son unos niños
mimados, a juzgar por lo que la periodista ha podido ver en algunas escuelas
de Shanghai.
La
política del hijo único, que se ha aplicado con distinto rigor según las
épocas, ha tenido efectos demográficos y sociales devastadores. En Shanghai,
por ejemplo, apenas se ven niños. Y es que, en efecto, la natalidad es
extraordinariamente baja. El profesor Peng Zizhe, director del Instituto
Demográfico de Investigación en la Universidad de Fudan (Shanghai), calcula
que está en torno a 0,7 hijos por mujer.
Según
Peng, “la propaganda que se ha hecho durante estos veinte o treinta años,
junto con la ejecución del plan del gobierno, han cambiado radicalmente la
concepción de la gente sobre la reproducción. La pregunta que tendrán que
hacerse ahora los demógrafos y los políticos de Shangai no es si estos niños
van a tener el día de mañana dos o tres hijos, sino si van a tener alguno”.
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Una obsesión enfermiza: el estudio
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Entretanto,
la política demográfica china ha dado lugar a padres hiperprotectores, que
concentran todas sus expectativas en el único hijo. “Estos padres, en gran
parte pertenecientes a la 'generación perdida', la que nació en años de
hambre, que vio truncadas sus aspiraciones por la revolución cultural o los
trastornos económicos subsiguientes, están obsesionados con las
calificaciones requeridas para el éxito en la vida”. Así que sus hijos no
viven como “pequeños emperadores”, sino en permanente tensión. “Lo malo de
ser hijo único, algo que ocurre en toda China –explica un alumno de
secundaria–, es que todo gira alrededor de las calificaciones. Si no sacas
buenas notas, no eres buen chico”.
En
este contexto, la preocupación principal de los padres es proporcionar a sus
hijos el mejor ambiente de estudio. “Nuestros padres hacen muchas cosas que
se supone que tendríamos que hacer nosotros, solo con el fin de que nos
concentremos en nuestros estudios. Por ejemplo, mi madre saca mi bicicleta a la
puerta, llama al ascensor y se queda esperando a que termine el desayuno y
salga corriendo. Sólo hay estudio, estudio, y nada más que estudio”. Por eso
les preocupa no dar la talla en otros aspectos de su vida. “Cuando crezcamos,
no vamos a saber hacer la colada, ni lavarnos los calcetines ni ordenar
nuestro cuarto”.
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Les salió al revés
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Jin
Weiliang, director de un colegio de secundaria, dice que la presión a la que
someten los padres de hoy a sus hijos “no tiene precedentes en China”. Por
este motivo, el gobierno chino tiende ahora a aliviar la presión académica en
lugar de aumentarla.
Como
el propio Weiliang sugiere, ha sido la política demográfica del hijo único la
que ha conducido a esta situación. “Si tienes varios hijos y uno no estudia,
siempre puedes poner las expectativas en los otros. Pero si sólo tienes uno,
éste puede triunfar o fracasar. Los padres valoran más el éxito de sus hijos
que el suyo propio. El éxito en la educación del hijo determina si la familia
es feliz o no. Así, una familia pobre en la que el hijo saca buenas notas,
puede ser muy feliz... y también una familia rica puede ser infeliz”.
Pero
la insistencia en el éxito tiene un peligro. Los profesores con los que habló
Bennett están preocupados porque ven a sus alumnos menos sociables y
altruistas que los de antes. Mao habría visto en esto una amenaza para el
socialismo. En un panfleto de 1937 escribió: “El liberalismo surge del
egoísmo pequeñoburgués, que antepone los intereses personales a los intereses
de la revolución”. Comenta Bennett: “Si sus sucesores hubieran querido
diseñar una generación que se comportase de esta lamentable manera, sin duda
no podrían haber hecho nada mejor que implantar una política que llenara las
ciudades y universidades de voluntariosos hijos únicos”.
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